martes, 22 de junio de 2010

La Selva de los Venenos

Éste es un relato de el escritor peruano Ventura García Calderón, en el cual describe como la selva puede ser a veces un infierno plagado de animales misteriosos y como justamente estos animales en apariencia inofensivos son a veces mortales.

... Ni yo ni el capitán pudimos aceptar con entusiasmo que se interrumpiera la partida de poker cuando habíamos ganado cinco libras y el stout era tan sabroso en la monotonía del mar, a dos días de todo puerto. El juego y la cerveza negra pueden consolar de muchas soledades; pero el oficial no retiraba la mano de la gorra, excusándose:
- I am sorry, sir.

Abajo, cerca de la cala, en el recinto oliente a brea y bacalao, un marinero moribundo hablaba español y pedía gimiendo que buscaran un interprete en el barco. Por eso el joven oficial se había atrevido a subir hasta el camarote del capitán en que jugábamos. Le seguí malhumorado, por escaleras de caracol, hediondas y pegajosas, atravesando corredores en que silbaban ingleses bajo los balde de la ducha o zapateaba lúbricamente un negro tinto.
- Aquí es - murmuró el oficial cuando llegamos a la recamara en cuya puerta jugaban dos grumetes a los dados.

Era un camarote obscuro, con ese olor peculiar de las cámaras bajas, que puede dar el vértigo: olor de aceite, brea salada y tabaco inglés. En el camarote, apenas alumbrado por la portilla, reposaba un enfermo sobre el colgante lecho de lona. Cuando saludé en español se irguió en vilo un perfil amarillento; dos manos titubearon para coger la mía. Estaban sudorosas y temblaban.
- Señor… - balbuceó el enfermo en voz de lágrimas.

Pero cuando supo que yo era también peruano, su alegría pareció delirante. Y como no había podido hablar en quince días, como era necesario que contara antes de morir a un ser viviente la congoja de su vida narrada; me retuvo de la mano para que no escapara; y yo sé apenas traducir la fiebre de su monólogo:

- Sí, señor… soy del Callao… Que el señor no se vaya y me perdone. Me moriré y no le molestaré más; pero antes prométame que llevará esta sortija a mi madre, y este retrato del chiquillo, y este paquete cerrado. Le voy a cansar, señor, dispensa… Muchas gracias… ¿Por qué me fui a Iquitos? A hacer fortuna, como tantos. No vaya, señor, nunca, nunca. ¿El señor no conoce la selva virgen? ¡Ah, sí, ya le han hablado de ese infierno! La primera vez, cuando las gentes llegan allí de noche, se enloquecen y empiezan a echar espuma por la boca, gritando que los lleven río abajo. ¡Si se pudiera dormir siquiera en el campamento! Pero todo grita, todo canta, todo se queja, señor. Las fieras no son lo más perjúdico ni los silbidos de la serpiente de cascabel, que espanta hasta a los indios cuando viene de pie como una persona dando chicotazos al tronco de los cauchos. Peor son los monos y los loros, que se ponen a ver pasar a la gente para rascarse y burlarse. Parece que taladra los oídos la carcajada de los papagayos y un tiro de fusil resulta inútil. Agarré y me levanté en la noche para gastarme algunos cartuchos, pero es malo mirar la selva bajo la luna. Nadie sabe todas las cosas que vuelan, todos los pasos que se pierden con el crujido de la muerte en los caminos. ¡Eso sí, qué olor delicioso, señor, un olor que no se olvida! Por respirarlo otra vez, volvería… En la mañana quise ya salir a trabajar en el caucho cuando quién te dice que don Cristóbal el brasilero nos llama para decirnos: “Ya vienen las hormigas.” Unas hormigas gordas como el dedo pulgar, millones de hormigas, un mar moreno que avanzaba por un claro de la selva. Los peones cogieron algunas para tostarlas y comérselas… No crea, señor, son cosa rica… pero antes de huir, una víbora aterrada mordió en la mano al patrón, al brasilero. ¡Qué atrocidad! Tuvimos que vaciar las balas de escopeta para rociarle la mordedura de pólvora. Prendimos fuego y estalló el pedazo de carne. ¡Lo habíamos salvado…! Aquella excursión llevándolo en unas andas de ramas cubiertas con nuestros ponchos… ¡No le digo nada! Al pasar bajo la cima de los cedros, los monos tiraban ramas podridas y los papagayos parecían estar anunciando a la selva entera nuestro paso. Cuando volaban juntos no se les podía mirar, como al sol, porque nos cegaba la color. No se veía nada en la selva obscura, pero caían flechas como lluvia. Parece que vienen del cielo y se queda un cristiano atravesado de arriba abajo. ¡Paf! Sin confesión, lo mismo que si lo clavaran en el suelo para espantapájaros. El cauchero nos gritaba en portugués que disparáramos; pero, ¿a dónde, señor, si todo estaba lleno de ruidos?... ¡Y de silencio peor que el ruido, ¡mamita!, porque se espera temblando lo que va a pasar: un rugido, una flecha, qué sé yo! Un peón enfermó de beri-beri (es como terciana, señor, una fiebre que tiemblan las quijadas y se mueren los hombres como moscas); un peón, como le estaba diciendo, empezó a dar grandes gritos y se metió de un salto en un charco de agua. No salio más.
Tuvimos que amenazar con el revólver a los otros que se querían meter también a la charca llena de caimanes. Se nos había acabado la quinina; pero lo estoy cansando, señor; y si a mano viene me quedo en una tribu campa porque no le dije que me enredé con una india de buena cara que me parió un indiecito.
Mire, señor, en la fotografía, cómo se parece el pobre ñaño… No estábamos juntos ese día, pero ella me ayudaba cada mañana a zanjar, con el machete, los árboles de caucho. Después, por la tarde, pasábamos a recoger los vasos en que ha goteado la resina todo el día… ¿El señor no oyó hablar jamás de la chicharra machacui? Una mariposa que es una víbora. Sí, ¿qué le parece? Una cosa tan linda, una florecita que vuela, cuando a la hora de la hora viene volando, se tropieza con uno y le clava el aguijón, que tiene ponzoña. No sale por las tardes porque le diré que es medio cegatona. Cuando empieza a refrescar, sale de su covacha como los murciélagos. Donde ve luz, allá se va. Y como era casi de noche, mi indiecita estaba con el niño recogiendo los vasos de caucho y había encendido su linterna. Llegó, como le decía, la chicharra machacui, y el niño se puso a dar grandes alaridos; pero yo no comprendía nada. Sólo ella, conociendo estos bichos, vio el bracito mojado de sangre.
La madre agarró y miró a todos lados como si buscara amparo de la Virgen Santísima. ¡Ah, señor, sólo una india es capaz de hacer cosa semejante! En dos por tres se arrodilló en tierra, afiló el machete y, ¡tras!, le cortó el brazo hasta el codo. ¡Como si me lo hubieran cortado a mí, señor! Se oyó tan lejos el grito y los llantos que hasta el bosque pareció callarse, y yo estaba loco de atar.
¿Se figura? La madre amarraba el muñón con un pedazo de la camisa y corría, sin gemir, en dirección al campamento, donde el patrón, que era algo médico, podía quizás curar al niño; corría por la selva nocturna llena de luciérnagas y de rugidos y del sonido más terrible de la serpiente de cascabel. Durante una hora estuvo corriendo. Yo iba detrás con el fusil listo para los tigres. Cayó al fin muerta de mal de corazón; y el niño se me murió allí, gimiendo, en la selva endemoniada… Se quedó lelito bajo un árbol de caucho, blanco como el papel.
Entonces, de un salto, bajó de la sombra el tigre que había estado siguiéndonos y se llevó, señor, al muertecito, para comérselo… Yo no sé cómo pude escapar a Manaos; y allí me enganché de marinero para volver a la patria… "Era una mariposa bonita, señor, una mariposa que tenía veneno. Dígame si es justo, por la santa caridad, que así se me llevaran a mi angelito. Era una mariposa de todos los colores, una mariposa linda…"

Estrujaron la mía sus manos sudorosas; y aquel hombre sencillo murió repitiendo el nombre de la chicharra machacui. Cuando pude separar de sus dedos el saco impermeable hallé dentro, resecado y moreno, el brazo del hijo muerto.
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¿La Chicharra Machacui existe? ¿Puede causar la muerte?
Existe en la Selva amazónica..., es muy difícil encontrarse con una de ellas, pero existen...

"Chicharra Machacui"

Es un Insecto articulado , que respira por las traqueas, de Trompa larga, aparentemente ciego y dócil en el dia.
Existe la creencia que, su picadura a travez de un aguijón al finalizar su abdomen es venenosa y hasta mortal.

Shiringero.

miércoles, 16 de junio de 2010

La fuerza de la Yacumama


Ese domingo, como todos los domingos de la semana Maya y su mamá iban de visita llevando víveres a la casa de la abuelita Shemy, allá en la selva del Masisea, por el bajo Ucayali, en la amazonía peruana; para llegar a la casa de Shemy tenian que remar con canoa, pasar una quebrada que era el ingreso a una cocha (laguna de la selva), en cuya orilla se encontraba la casa de la abuelita.

Ese día llegaron atrasadas, pasado el mediodía, acomodaron la canoa y se quedaron a almorzar y por la tarde se entretuvieron conversando hasta las 4 de la tarde, en la que debían regresar a casa, para eso ya la abuela Shamy había servido y les invitó un poco de café caliente para que pudieran retornar tranquilas al pueblo.


Se disponían a tomar el café y en eso se desata una gran tormenta con relámpagos, truenos y abundante lluvia, de esas lluvias que sólo en la selva se dan...


Tuvieron que esperar a que pase la tormenta ya que en esas condiciones surcar el río es demasiado peligroso, para ese entonces las horas pasaban y no había cuando termine la tormenta, serían como las 7 de la noche, todo estaba oscuro, solo tenían la luz de la 'alcuza' (una especie de lamparita con los que se alumbran los habitantes de la selva que carecen de luz eléctrica), pasado algún tiempo se escuchó un tremendo estruendo que los paralizó del miedo -nunca antes habían escuchado algo parecido- ¿pero que sonido era ese? era como que si algo se deslizara, como cuando se produce el derribo de los árboles de la selva, como una especie de huayco, una grúa tal vez, era un sonido que en aquellos lugares no solían ocurrir, ...ante eso una vez que pasó el ruido, se les fueron las ganas de regresar, además ya era de noche, la lluvia estaba pasando y la abuelita Shemy les dijo que lo mejor era dormir y esperar que amanezca para poder retornar al pueblo, las dos asintieron y se quedaron.

Al día siguiente despertaron mucho mas aliviadas tomaron el desayuno y se aprestaban a salir, la abuelita fué la que salió primero de la casa, apenas abrió la puerta se quedo estupefacta y lanzó un grito, ante esto la mamá y Maya salieron apuradas a ver que pasaba cuando igualmente quedaron ensimismadas ¿que había pasado? era lo mas incomprensible por mente humana alguna, la entrada a la cocha ya no existía, en su lugar estaban árboles y floresta a medio colocar ¡la entrada habia cambiado de lugar estaba en el lado opuesto de la entrada original! en ese momento comprendieron que la que había cambiado el lugar de los árboles y originado una nueva a la cocha era la legendaria y tantas veces nombrada "YACUMAMA".

Pero... ¿Que es la Yacumama? la Yacumama según los relatos de los que viven en la amazonía, es la boa gigante, la madre del agua, la madre de las cochas (tipishcas o lagunas), en los lugares donde ellas habitan abundan los peces y el agua (Yacu=Agua, mama=madre) los naturales pueden pescar y disfrutar de las aguas y cuando parte, cuando se va, la cocha se seca.
Su enorme tamaño es capaz de arrastrar consigo los aguajales o arrancar de raíz los árboles que crecen en las orillas de las quebradas.

Sin embargo el mito no esta lejos de la realidad, han habido casos de encuentros con las anacondas gigantes, mejor dicho yacumamas, como se pueden ver en las imágenes...

Foto tomada en la selva del Brasil






Recreaciones:


Dibujo representando a una boa gigante


Foto recreando a la Yacumama


Escrito por 'Shiringero'

domingo, 6 de junio de 2010

Bagua: Un año del "baguazo"


Ayer 5 de junio se cumplió un año del 'Baguazo’, en el que perdieron la vida 34 peruanos, no hay nada que celebrar y sí mucho que lamentar.

No solo no hay un solo responsable sancionado por la ley, sino que los procesos judiciales marchan a paso de tortuga. En instancias ajenas a los fueros jurisdiccionales hubo varias investigaciones que arrojaron sendos y variopintos documentos: cuatro informes en el Congreso; dos informes, uno en mayoría y otro en minoría, en la Comisión Bagua impulsada por la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), y una discreta investigación policial.

De todos estos documentos, el presentado, en minoría, por el legislador Guido Lombardi –quien presidió la comisión investigadora del 'Baguazo’ en el Parlamento– estableció responsabilidades en el Ejecutivo, el Congreso, la Policía y los propios dirigentes indígenas.


BUSCANDO CAUSAS. “¿Por qué pasó esto?”, se preguntó ayer Lombardi. Y respondió: “El presidente (Alan García) tuvo una posición, más que firme, un poco despectiva. El Congreso de la República actuó pésimamente. El 4 de junio se negó a tomar una decisión que pudo haber cambiado el curso de las cosas. Hubo una absoluta incapacidad y corrupción de la Policía y del Poder Judicial, que inicia el proceso contra la tranquilidad pública cuando la carretera estaba tomada por 50 días”.
Sobre la entonces ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, y la condecoración que le entregó la Policía luego del 'Baguazo’, Lombardi la calificó de “bochornosa” (la medalla). “Yo tengo verdadero respeto por Cabanillas, y creo que no es digno de ella mantener ese reconocimiento después de haber condecorado a (Elías) Muguruza y a (Javier) Uribe, los responsables de la tragedia desde la Policía”, subrayó.

Por el lado indígena, el presidente de Aidesep, Alberto Pizango, ha dejado su exilio en Nicaragua luego de presuntas negociaciones con el Gobierno peruano para retornar al país.

JUICIOS QUE NO MARCHAN. Y en tanto ello ocurre, hay cinco procesos penales en los juzgados de Bagua y de Utcubamba (Amazonas), cuatro de ellos contra los indígenas que participaron en las acciones de la 'Curva del Diablo’ y en la masacre de 12 policías en la Estación 6. En total, hay 82 procesados. En el otro, varios efectivos policiales están encausados. Pero ninguno avanza. Por ejemplo, en el caso de Asterio Pujupat –por la desaparición del mayor Bazán–, la sala que lo juzga no encuentra intérprete, y en el caso de la Estación 6, la instrucción ha sido ampliada por 60 días más porque faltan realizar 174 diligencias.

Fuente: Peru21.pe